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DESNUDANDO LA DEMOCRACIA

30 DICIEMBRE, 2022

ERNESTO PARGA LIMÓN

DESNUDANDO LA DEMOCRACIA

La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. (Juan Bautista Alberdi)

Hoy en día mucha gente, me incluyo, es demócrata muy convencida hasta que ve los pobres y secos frutos que en ocasiones nos da el árbol de la democracia moderna.

Durante siglos los hombres han buscado y han peleado por la mejor manera de vivir en comunidad, entre los intentos más notables está la monarquía, el socialismo, la democracia y un montón de variantes o de desviaciones de estas mismas formas de gobierno.

Actualmente subsisten todas ellas con matizaciones más o menos extremas: Monarquía absolutista, monarquía parlamentaria, socialismo liso y llano, socialismo demócrata, dictaduras y democracias más o menos disfrazadas, etc.

Es curioso, pero la principal virtud que hoy se reconoce a la democracia como: el gobierno de todos o al menos de la mayoría es, precisamente, la debilidad de este sistema que remarcaban los griegos.

Ni Platón ni Aristóteles sentían mucha simpatía por la democracia, el segundo, más duro en su crítica, la consideraba como “una forma política completamente defectuosa”. Ambos pensadores coinciden en que hay tres formas políticas fundamentales: la monarquía, la aristocracia y la repúblicasegún se gobierne respectivamente por uno, por varios o por muchos. Teniendo cada una su propia corrupción: la tiranía, la oligarquía y la democracia. Así las cosas, para este par de pensadores, cuando la república se corrompe aparece su peor cara… la democracia.  Otro criterio de análisis en Aristóteles, además del número de los que gobiernan, es el de la manera cómo se gobierna (recta o desviada). Se considera recta aquella forma de hacer política que protege el interés común, y desviada aquella que beneficia a quienes gobiernan.

Todos podemos entender cabalmente que, tratándose de la libertad humana, no nos es permitido elegir todo, ni cualquier cosa. No es libre quien decide ser esclavo. La libertad auténtica, supone una correcta e informada elección que opte siempre por lo bueno y rechace lo que es malo y dañino para sí mismo y para los demás.  

Análogamente en la democracia moderna, (que tendría que ser el ejemplo de libertad máxima, de inexistencia de coacciones y de limitaciones por pobreza o ignorancia) no debemos considerar que podemos elegir a cualquiera, sino aquellos que estando capacitados son al tiempo honorables, por sus obras y no solo por sus dichos.

En su libro La República Platón plantea esta sugerente interrogante:

Si estuvieras en medio del océano en un barco, ¿qué harías?:

A. convocarías una elección para ver como pilotear el barco o…

B. tratarías de averiguar si hay alguien a bordo experto en hacerlo?

¿Ya tienes, querido lector, una respuesta para Platón?

Efectivamente el ilustre Platón, se decanta con toda seguridad por la “B”. Y se sirve de esta analogía para convertir al barco en el estado y al experto en el estadista. Los que saben son para Platón los indicados, los filósofos poseedores de conocimientos que el pueblo no tiene. Aún más, en la República, se considera muy arriesgado votar por un líder en virtud de lo fácilmente influenciable que es el pueblo, ya por necesidad, ya por emociones que pueden ser manipuladas.

(Esto se dijo hace 2500 años, si encuentra usted un parecido con la realidad esto no es mera coincidencia sino, total y absoluto conocimiento de la naturaleza humana)

Cuánto de esto vemos en los líderes populistas del presente que lejos de hablar al electorado con la verdad, construyen una retórica mentirosa ajena a los hechos?, cuánto de esto vemos cuando escuchamos a los líderes modernos apelar a las pasiones (la ira, la venganza, y el desquite ante los enemigos, reales o inventados; da lo mismo)

Así pues, el genuino demócrata educa al pueblo para que este sea realmente libre, el demócrata no miente, no tergiversa la realidad, no se sirve de la ignorancia y de la necesidad para crear una base de apoyo a sus personales ambiciones. Nos se basa en románticas e interesadas entelequias, “el pueblo es sabio, al pueblo no se le puede engañar”.

No hay proyecto democrático sin educación ni genuina libertad ciudadana.

Los griegos profundos conocedores de la psique humana y de sus recónditos resortes eran, por todas estas razones, muy poco afectos a la democracia porque entendía las debilidades tantos del líder (la hýbris) como de los electores (lo fácil que es manipularlos).

Así Plutarco, el historiador Romano, autor de magníficos retratos psicológicos de los grandes lideres de la antigüedad en su obra: Vidas Paralelas; encuentra otra clave que atenta en contra de la democracia tanto en el pasado como en el presente; nos dice: “el verdadero destructor de las libertades del pueblo es aquél que le reparte regalos, donaciones y beneficios”.

En definitiva, o se educa al pueblo seria y concienzudamente o habremos de seguir cosechando los frutos autoritarios, tremenda paradoja, de la democracia que hoy vemos y sufrimos por doquier.

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