El triunfo de la democracia ciudadana
Muchas aristas para poner bajo la lupa: la actuación de los partidos, la participación ciudadana, el desempeño de la autoridad electoral, la cobertura de los medios, etc.
Por Ernesto Parga.
Ya, tomado un poco de aire y disminuidos, también, los decibeles del ruido electoral, puedo sentarme a revisar lo ocurrido y comentar aquí cuáles son mis impresiones sobre este pasado domingo 6 de junio. Al menos desde algunos ángulos.
Toda elección permite el análisis y deja sus lecciones para quien quiera tomarlas. Muchas aristas para poner bajo la lupa: la actuación de los partidos, la participación ciudadana, el desempeño de la autoridad electoral, la cobertura de los medios etc. Todo un poliedro con muchas caras.
Como en toda contienda hubo ganadores y perdedores, no solo grandes ganadores y grandes perdedores, hubo, y quizá a esto es lo más destacado de mencionar, victorias y derrotas gozadas y sufridas en un mismo partido.
Pero sin duda el gran ganador no fue un candidato o un partido, fue la autoridad electoral.
¡Venga acá la guirnalda de olivo, coronemos todos juntos esa testa!

A pesar de los descalificativos y amenazas por parte del presidente y del juego sucio de relevantes miembros del partido Morena, quienes, incluso, amenazaron con la extinción del árbitro pasadas las elecciones, el INE se alza como el gran triunfador ya que le ofreció a la ciudadanía exactamente lo que debe ofrecer: certeza de su independencia e imparcialidad y; confiabilidad en los resultados.
Celebro que muy temprano el lunes el presidente haya avalado la limpieza de la elección. Es su deber.
En el país del “viva México”, acostumbrados al “ahi se va”, expertos en la improvisación y no en la planeación; y con la corrupción enquistada en instituciones públicas y privadas, contar con un órgano con esa capacidad de planear, organizar y ejecutar y todo esto en el marco de la ley, es una maravilla que tenemos que aquilatar, defender y apoyar ante todo intento de socavar su autonomía y mermar la confianza que la mayoría de los mexicanos le tenemos.
Los principales partidos hoy celebran el dulce amargor de su victoria o el amargo dulzor de su derrota, si se me permite el doble oxímoron. Del chiquiteaje, de los partiditos comparsas, nada que decir, mientras más se omita su nombre más rápido serán… como un mal sueño que ya se olvidó.
Una victoria pírrica, como la de Morena, es aquella que deja devastado al ganador, Pirro, rey de Epiro, comentó tras una batalla ganada, “con otra victoria como esta regresaré solo a casa”.

Mi estimado amigo Martín Sifuentes, agudo analista político, piensa que el presidente cambiaría con gusto todas las gubernaturas que obtuvo para recuperar lo perdido en la cámara de diputados y en el bastión histórico de su movimiento: la CDMX. Por esta clase de victoria (pírrica) AMLO, saca la calculadora cada día, hace cuentas chinas y alegres y pide prestado al PRI, “poquito no todo”. Claramente porque baja el cero y no contiene.
El PRI, por su parte, sufrió una derrota estrepitosa, subió su conteo de diputados, pero fue incapaz de defender ninguna de las gubernaturas que detentaba. quizá la afrenta más grande para este partido, otrora el de los carros completos, sea el hecho de que el presidente lo trate como uno más del chiquiteaje y deslice la posibilidad de convencerlos para que se sumen a sus reformas y le den la mayoría calificada con la que soñaba.
Del PAN es muy difícil hablar e intentar un análisis de su actuación y de sus resultados, ya que es un partido tan pulverizado en facciones y grupos regionales y nacionales que las derrotas de unos son victoria de otros, aun vistiendo la misma camiseta. El PAN de Calderón no es el PAN de Anaya, el PAN de Javier Corral dista mucho de ser el mismo PAN de María Eugenia Campos; la flamante gobernadora electa del estado de Chihuahua.
En Tamaulipas sucede otro tanto, algunos panistas saborean la derrota del PAN. (pérdida de los municipios más importante y de la mayoría en el congreso local) como una victoria anhelada, que permitirá que nuevos vientos lleguen a este instituto político.
Hay lecciones tras la elección, repito, para el que las quiera tomar.
¿Sirven a no las alianzas?, ¿Debemos ejercer el voto cruzado?, ¿Es útil el voto útil?, ¿Es ético darle el voto a mi partido por fidelidad institucional, a pesar de que registren candidatos impresentables?
Preguntas para todos, respuestas que cada uno debe allegarse en conciencia.
Mis vítores son para el ejército ciudadano, 1.4 millones de personas que, bajo el comando del INE, se entregaron en esta jornada por el ideal democrático que merecemos. EL INE con todo en contra, pandemia, inseguridad y descalificaciones de quien debía ser su principal garante y promotor, pudo, porque sabe cómo hacerlo, sacar con gran éxito, esta elección complicada, atípica e importantísima para consolidar la democracia mexicana y su siempre necesaria ciudadanización.
Y ahora lo que sigue, en muchos casos, es la ridícula e irresponsable judicialización de los resultados. Para muchos actores la única vía ante la derrota que son incapaces de aceptar es, decir, “me robaron”, no los apoye solo por el hecho de ser de su partido, es más democrático exigirles un mejor desempeño para la próxima.
Y no lo dude; ahí estarán.