Relato de la crucifixión de Jesús
Relato de la crucifixión de Jesús
La crucifixión de Jesús es uno de los acontecimientos históricos más comentados y tratados en libros, conferencias y películas. Puede que esa sea la razón por la que nos hemos acostumbrado a leer o a escuchar la historia de la muerte de Jesús perdiendo, hasta cierto punto, la sensibilidad de entender y apreciar la inmensidad de su sacrificio.
La muerte de Jesús fue una muy dolorosa y humillante. La crucifixión se reservaba para los peores malhechores y se aplicaba el castigo con contundencia y con crueldad. Sin embargo, aun en medio de ese marco tan horrendo, hubo algunos sucesos impresionantes que dejaron claro que Jesús no era un ser humano cualquiera. Él era Dios encarnado, con el propósito específico de salvar y redimir a la humanidad. La muerte no impediría que su propósito se cumpliera.
Veamos algunas de las cosas asombrosas que pasaron ese día mostrando que la muerte de Jesús era una sin igual.
Los dos sucesos más impactantes:
1. La actitud de perdón de Jesús
Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.
—Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
(Lucas 23:33-34a)
Aun en medio de tanto dolor, horror y humillación Jesús escogió perdonar a los que le crucificaron. Jesús mostró su amor y compasión hasta el último momento de su vida terrenal. Él podía haber pedido a Dios que enviara fuego o venganza sobre sus verdugos, pero no lo hizo. ¡Escogió perdonar!
Y es que la cruz se trata precisamente de eso: del perdón de Dios para la humanidad. Gracias a la muerte en la cruz de Jesús, el Cordero perfecto (Juan 1:29), ya no tenemos que pagar o morir eternamente por nuestros propios pecados. Basta con creer que el sacrificio de Jesús es válido para nosotros, aceptarle en nuestros corazones como Señor y Salvador, y vivir para él. ¡Somos perdonados y reconciliados con Dios a través de Jesús! ¡Cuánta gracia y cuánto perdón!
2. La muerte no puedo retener a Jesús: ¡él resucitó!
El ángel dijo a las mujeres: No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron.
(Mateo 28:5-6)
Tal como había sido profetizado (Salmo 16:10; Mateo 16:21) ¡Jesús resucitó! La muerte no pudo retenerlo, no acabó con él. Y es gracias a la victoria de Jesús sobre la muerte que nosotros, los que creemos en él, también gozaremos de la vida eterna con él.
Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron. De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir.
(1 Corintios 15:20-22a)
Otros acontecimientos impresionantes:
1. Oscuridad sobre la tierra
La Biblia dice que mientras Jesús estaba en la cruz hubo un tiempo de oscuridad sobre la tierra.
Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad.
(Mateo 27:45)
Lucas 23:44-45 dice que el sol se ocultó. Al parecer, hubo algo similar a un eclipse solar aunque más largo de duración e inexplicable. La naturaleza no permaneció indiferente ante la muerte de Jesús, el Cordero perfecto a través del cual hemos sido redimidos.
Si miramos las plagas que Dios envió a Egipto en el Antiguo Testamento, vemos en Éxodo 10:21-23 que la novena plaga fue una gran oscuridad. Después de esa plaga vino la muerte de los primogénitos de Egipto, país donde el pueblo de Israel había pasado muchos años de esclavitud.
Solo sobrevivieron a esa plaga los hijos del pueblo de Israel. Dios les dio instrucciones precisas de untar la sangre de un cordero macho sin defecto en los dos postes y en el dintel de las casas donde se habían reunido para celebrar la primera Pascua (Éxodo 12:1-14). Gracias a esa señal, la sangre de un cordero sin mancha en los postes de la puerta, ellos no sufrieron la muerte de sus hijos.
2. El velo del templo se rasgó en dos
Otro suceso inexplicable durante la crucifixión de Jesús fue que se rasgó el velo del templo por la mitad justo cuando Jesús expiró. Ese velo grueso y pesado separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, el lugar terrenal donde moraba la presencia de Dios al que solo podía entrar el Sumo Sacerdote (Éxodo 26:31-34).
Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu. En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
(Mateo 27:50-51a)
El velo rasgado simbolizó el acceso directo que tenemos ahora a la presencia de Dios gracias al sacrificio de Jesús. Solo a través de él tenemos acceso a Dios y al perdón de nuestros pecados. Él se ofreció como cordero perfecto para que, por medio de él, podamos tener paz con Dios.
En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.
(Hebreos 9:24-26)
3. Temblor de tierra
La tierra tembló y se partieron las rocas.
(Mateo 27:51b)
El Evangelio de Mateo también menciona un gran temblor de tierra, tan fuerte que se partieron las rocas. Vemos una vez más que la naturaleza reaccionó con fuerza ante la crucifixión de Jesús.
4. Se abrieron los sepulcros y resucitaron algunos santos
Debido al temblor tan fuerte se abrieron los sepulcros. Pero lo más asombroso es que resucitaron muchos santos. O sea, gente temerosa del Señor que había estado muerta hasta ese día ahora estaba viva. Por lo general, eso no ocurre cuando hay un temblor de tierra. ¡Solo el poder de Dios puede resucitar a los muertos!
Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
(Mateo 27:52-53)
Vemos que, después de la resurrección de Jesús, estas personas se aparecieron en la ciudad y muchos les vieron. La Biblia dice que eran santos, gente que amaba y servía a Dios. Ahora tenían una nueva oportunidad para dar testimonio del gran poder de Dios sobre la muerte física y la muerte espiritual.
5. Reacción del centurión y otros allí presentes
Lo más maravilloso que puede ocurrir es la transformación de un corazón. El mayor de todos los milagros es ver una vida cambiada al tener un encuentro con Jesús. El mismo centurión, escogido para supervisar que todo sucediera tal como debía ser durante la crucifixión de Jesús, no pudo resistirse ante el poder del amor redentor de Dios.
Entonces Jesús exclamó con fuerza: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, expiró. El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: Verdaderamente este hombre era justo. Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho.
(Lucas 23:46-48)
¡El centurión alabó a Dios! Él se dio cuenta de que Jesús no era un hombre cualquiera. Sabía que Jesús había muerto sin merecerlo y que lo había hecho por amor a la humanidad. Tanto el centurión como otros que habían presenciado la crucifixión de Jesús notaron algo diferente en Jesús y quedaron impactados por ello. Sus vidas ya no serían igual.
Y así es. Cuando tenemos un encuentro con el Cristo crucificado, aquel que murió por cada uno de nosotros, no podemos seguir igual. Su sangre nos limpia de todo pecado y, gracias a él, disfrutaremos de la vida eterna.